Sembrando la Justicia es un breve relato que se centra en la lucha de los campesinos liderados por el profesor Francisco Luján Adame, asesinado en 1959. Su muerte desencadenó la “Marcha de la Dignidad”, una movilización que simboliza la resiliencia y la búsqueda de justicia. A pesar de los obstáculos, la lección perdura: la unidad, la persistencia y la justicia son más fuertes que cualquier adversidad.
A finales de la década de los 50´s, una región bañada por frondosos bosques vivió un renacimiento industrial que rompería todos los esquemas conocidos. La empresa, con una visión audaz, dio inicio a una fiebre de desarrollo que transformó la región como nunca antes. Sin embargo, este impresionante auge económico, con sus titanes de la industria, arrojó una sombra larga y oscura sobre aquellos que habían labrado estas tierras durante generaciones: los campesinos, cuyas raíces se hundían profundamente en la tierra que ahora estaba siendo explotada.
La prosperidad industrial había llegado, pero también había dejado atrás a una parte esencial de la población local. Es en esta encrucijada entre el progreso y la tradición, donde esta historia se desarrolla.
Mientras la empresa prosperaba, los campesinos se enfrentaban a la pérdida de sus tierras y la creciente presión económica. El descontento comenzó a gestarse en las comunidades rurales, y varios grupos de campesinos comenzaron a unirse para luchar por sus derechos y tierras. Fue en ese momento cuando el profesor Francisco Luján Adame, un educador rural comprometido que residía en la ciudad de Madera, se convirtió en una figura clave en la lucha por la justicia.
El profesor Luján Adame era conocido por su profundo amor por su prójimo y su devoción a la causa de los campesinos desfavorecidos. Con su liderazgo y orientación, los campesinos comenzaron a organizarse y formularon solicitudes para la dotación de tierras, con la esperanza de crear ejidos que les permitieran acceder a recursos agrícolas y vivir una vida digna.
La creciente tensión entre los campesinos que buscaban la dotación de tierras y los ganaderos que veían amenazados sus intereses culminó en un trágico evento. El 26 de noviembre de 1959, el profesor Francisco Luján Adame, líder destacado en la lucha por los derechos de los campesinos, fue brutalmente asesinado en su propio domicilio en Cd. Madera. El autor del asesinato fue identificado como Encarnación García Muñoz, y como resultado de este acto violento, fue sentenciado a 8 1/2 años de prisión.
El asesinato del profesor Luján Adame marcó un punto de no retorno, provocando una respuesta decidida por parte de los campesinos de la región de Madera. Este trágico episodio dio inicio a lo que más tarde sería recordado como la “Marcha de la Dignidad”. En un principio, alrededor de 200 valientes campesinos se congregaron en Madera para emprender esta movilización en busca de justicia y un futuro más prometedor.
Lo que comenzó como una modesta marcha rápidamente se transformó en un poderoso movimiento. A medida que avanzaban hacia la capital estatal, la marcha no solo crecía en número, sino también en determinación. En su camino, encontraron el apoyo solidario de maestros y estudiantes normalistas de Salaises y Saucillo que se unieron a la causa, entre ellos destacadas figuras como el Prof. Arturo Gámiz y el líder de la UGOCEM en el estado, el Sr. Álvaro Ríos Martínez. .
El 19 de noviembre de 1960, una marea de esperanza y determinación llegó a su cúspide en Cd. chihuahua. La “Marcha de la Dignidad”, con más de 5.000 almas valientes que la acompañaron en su travesía, no solo simbolizó la unión de los campesinos en su búsqueda incansable de justicia, sino que también marcó un poderoso acto de resiliencia en la historia.
En ese momento, se desató un movimiento campesino que prometía un futuro mejor, un mañana donde la equidad prevalecería. Aunque la senda estaba marcada por los trágicos sucesos que culminarían en el asalto al cuartel de Cd. Madera el 23 de septiembre de 1965, la historia de la “Marcha de la Dignidad” perdura como un faro de lección y esperanza.
Este relato nos enseña que la unión, la persistencia y la sede de justicia son más fuertes que cualquier obstáculo que pueda interponerse en el camino hacia un futuro más justo. Honra la memoria de aquellos que lucharon incansablemente y nos recuerda que como sociedad, nuestra misión constante es forjar un camino hacia un mañana más equitativo, independientemente de las adversidades que nos acechen.