En la actualidad, podemos mirar hacia Cd. Madera y contemplar su fundación en un punto estratégico en la Ciénega de San Pedro. Pero para comprender completamente su historia, debemos recurrir a las palabras de Oscar Estrada Murrieta en su libro “Ejido El Largo, La Historia de Un Bosque Eterno”, donde desentraña el relato de un tiempo en el que las promesas de un futuro mejor parecían inquebrantables. Un antiguo periódico de la época nos relata cómo se gestó este poblado y cómo, con el paso del tiempo, esas promesas se desmoronaron debido a una organización deficiente. Esta historia es un testimonio conmovedor de cómo las oportunidades pueden florecer y desvanecerse en un abrir y cerrar de ojos cuando la gestión y la planificación no están a la altura de las expectativas.
En sus primeros días, la construcción de Cd. Madera se llevó a cabo con una visión grandiosa y estratégica. Al norte de la localidad, se erigió un robusto taller de carpintería, conocido como el “cepillo”, que fue acompañado por la edificación de factorías necesarias para llevar a cabo la explotación a gran escala planificada por la compañía. Mientras tanto, en la porción occidental, se dio inicio a la creación del barrio mexicano. Durante los primeros meses, se levantaron 120 casas de madera común, cada una de ellas subdividida en cuatro viviendas destinadas a los obreros y sus familias. Antes de esto, se había cuidadosamente trazado el diseño de las calles, dando forma a la estructura del nuevo pueblo.
En otra área, se erigió un edificio destinado a la tienda de raya, esencial para el funcionamiento de la comunidad. Las oficinas generales de la empresa tomaron forma, así como un banco de madera cuya portada ostentaba con orgullo una inscripción que rezaba “Capital $15,000,000.00”. Además, se construyeron otros locales comerciales que servirían a las necesidades de la empresa, utilizando una combinación de ladrillo y madera en su arquitectura.
Hacia el sureste, se alzó la majestuosa residencia del gerente general, provista de todas las comodidades modernas. En sus cercanías, se construyeron viviendas destinadas a los principales empleados angloamericanos, ofreciéndoles un alto nivel de comodidad y servicios. Lejos en las proximidades de la imponente sierra, se erigió un hospital diseñado para atender a los obreros y empleados de la comunidad.
En el corazón de todas estas instalaciones, se construyó el Hotel Madera, un verdadero centro de la vida comunitaria. Este impresionante edificio contaba con 66 habitaciones, una oficina central, baños, una sala de baile, un restaurante y habitaciones para el personal de servicio. Esta construcción emblemática se convirtió en el epicentro de la vida social de la comunidad, donde los residentes podían disfrutar de momentos de esparcimiento y encuentro.
Sin lugar a dudas, se pueden apreciar notables discrepancias en la manera en que se trataba a los empleados angloamericanos en comparación con sus contrapartes mexicanas. Desde la ubicación de sus viviendas hasta el espacio que ocupaban y los materiales utilizados en su construcción, las disparidades eran tan evidentes que incluso en la actualidad podemos observar vestigios de esas primeras construcciones en varias de las casas que conforman el Barrio Americano.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que estos empleados representaban solo una pequeña fracción de los aproximadamente tres mil trabajadores que se unieron en el inicio de las operaciones del primer aserradero, la construcción de las vías del ferrocarril y la edificación del poblado. Esta colaboración colectiva marcó el comienzo de un breve pero significativo período de actividad económica en la región, un periodo que, a pesar de las desigualdades, unió a diversas comunidades en un esfuerzo conjunto para construir un futuro promisorio.
Lamentablemente, tan solo un año después, en septiembre de 1907, la compañía comenzó a experimentar graves dificultades económicas que culminaron en un abrupto paro de casi todas sus operaciones a lo largo del año siguiente, en 1908. Estos desafíos se originaron por diversas razones, que incluyen una compra excesiva de propiedades, terrenos, negocios y minas que desequilibraron las finanzas de la empresa. Además, la mala gestión empresarial agravó aún más la situación.
Para empeorar las circunstancias, los ingresos de la mina de Cananea se vieron drásticamente afectados por la depresión de los precios internacionales de los metales. Esta confluencia de problemas económicos se vio agravada por el impacto negativo que tuvo en sus empresas la crisis bursátil de Nueva York en 1904, conocida como “The Lawson Panic”. Como resultado de estos factores combinados, la empresa se vio obligada a tomar la dolorosa medida de despedir a más de dos mil trabajadores.
La crisis que asoló a la región tuvo su origen en las acciones del inversionista y escritor, el Sr. Thomas Lawson. Este individuo desencadenó un verdadero frenesí de ventas en Wall Street, lo que resultó en un vertiginoso declive en los precios de las acciones, incluyendo las pertenecientes al Sr. Green. Como consecuencia de esta caída, surgieron huelgas debido a los retrasos en los pagos a los trabajadores, lo que finalmente culminó en la bancarrota tanto de la Green Consolidated Cooper Co. como de sus subsidiarias.
Sin embargo, lo más desolador aún estaba por llegar, ya que se avecinaba una crisis que trascendía lo ordinario. Miles de familias habían sido atraídas a esta región por las promesas de desarrollo económico que las empresas del Sr. Green habían formulado. Apenas unos años después de que estas empresas comenzaran sus operaciones, los sueños y esperanzas de estas personas se vieron truncados de manera abrupta y devastadora.
La situación llegó a su punto crítico cuando todos los activos de la Sierra Madre Land and Lumber Company fueron rematados. Este acontecimiento marcó un giro trágico en la historia de la región, dejando a miles de familias en la incertidumbre y el desamparo. El Sr. Green, abandonando la zona, encontró refugio en Cananea, mientras que la responsabilidad de sus empresas recayó en manos del Lic. Albert B. Fall. Este triste episodio nos recuerda la fragilidad de las promesas de un futuro mejor cuando no están respaldadas por una gestión adecuada y sostenible.
Esta historia es un recordatorio vívido de que en la búsqueda incesante de dinero y poder, incluso el empresario más exitoso del mundo puede caer en la derrota. La ambición, cuando se descontrola, puede llevarnos a situaciones desastrosas.
Sin embargo, la verdadera lección de esta historia radica en la resiliencia y la solidaridad de aquellos que se ven afectados por las decisiones de los poderosos. A menudo, son los más desprotegidos quienes sufren las consecuencias de la avaricia y la mala gestión, pero también son los que demuestran una capacidad asombrosa para adaptarse y reconstruir sus vidas.
Los más vulnerables en esta historia encuentran fortaleza en la unidad y en el apoyo mutuo. Descubren que la verdadera riqueza no reside en la acumulación de bienes materiales, sino en la comunidad, la empatía y la solidaridad. A pesar de las adversidades, estas personas encuentran formas creativas de enfrentar los desafíos, apoyándose unos a otros en momentos difíciles.
En última instancia, esta historia nos recuerda que, aunque la ambición puede conducir a la caída, la humanidad tiene la capacidad de levantarse y encontrar la esperanza incluso en las circunstancias más adversas. La verdadera riqueza reside en los lazos humanos y en la capacidad de superar juntos los obstáculos que la vida nos presenta.