Vida. Capítulo 2: Pestilencia. Un pequeño meteorito choca con la atmnosfera de la tierra y explota vaciando su contenido sobre una tormenta que ocurria sobre Campo el 3 en el municipio de Madera.
En el año 2028, los ciudadanos de Madera aguardaban con ansias el magno evento anual: el recorrido del hongo. Esta celebración, ya arraigada en la tradición maderense, promete superar todas las expectativas. La excitación en el aire era palpable, pues dos figuras destacadas, Dandy Kahlo y Lubeto Manzanos, estaban a cargo de la organización, y se rumoreaba que estaban preparando algo extraordinario.
El escenario de este espectáculo sin igual era el majestuoso auditorio municipal de la ciudad, que se llenaba de una energía vibrante y expectante. La razón detrás de tanto fervor no era solo la imponente muestra de hongos, sino también la presencia de distinguidos exponentes en diversas disciplinas. El evento se había transformado en una sinfonía de conocimiento, donde la micología, la botánica y la gastronomía convergían en un festín para los sentidos.
Entre los ilustradores ponentes, el Dr. Nene Cortillo, un prodigio local considerado uno de los cerebros más brillantes del planeta, se alzaba como la figura central. Su charla prometía desentrañar los misterios y beneficios ocultos tras el consumo de hongos. A su lado, el respetado profesor Nivelo Dandez, experto en la materia, compartía experiencias y conocimientos con una audiencia entregada.
El auditorio rebosaba de expectación mientras el Dr. Cortillo y el Profesor Dandez debatían sobre las maravillas que los hongos ofrecían a la humanidad. En un escenario perfectamente iluminado, sus palabras resonaban, y la atención de la audiencia se mantenía cautiva. El profesor relataba historias de terapias revolucionarias, destacando los éxitos vividos tanto por jóvenes como por adultos, creando un ambiente de esperanza y asombro entre los presentes.
Cerca de 2 mil personas se encontraron inmersas en un mar de aplausos tras las reveladoras palabras del profesor Nivelo Dandez. El auditorio resonaba con la euforia de la multitud, pero de repente, un silencio denso se apoderó de la sala cuando notaron la inesperada seriedad reflejada en el rostro del Dr. Cortillo. Los aplausos se extinguieron, dejando un eco de expectación en el aire.
Dandy Kahlo, siempre astuto para percibir las corrientes cambiantes, decidió intervenir en el momento preciso. Con su característica chispa, levantó la mano y lanzó una pregunta que flotó en el silencio como una brisa inquietante: “Dr. Cortillo, ¿está usted de acuerdo en que los hongos son la nueva esperanza de la cordura de los seres humanos?”
El eco de la pregunta reverberó en la sala, y las miradas de los presentes se dirigieron hacia el destacado científico. En ese instante, la expectación era palpable. Todos conocían la mente brillante del Dr. Cortillo, y la anticipación de una respuesta asombrosa colmaba la sala.
Sin embargo, en lugar de la respuesta elocuente que todos esperaban, el rostro del Dr. Cortillo permaneció imperturbable, sin la habitual expresión de confianza. Un murmullo se extendió entre la audiencia, las sonrisas de anticipación se desvanecieron, dando paso a la intriga y la incertidumbre.
El Dr. Cortillo guardó un momento de silencio que pareció prolongarse, y finalmente, con una mirada profunda, respondió: “No todo es tan sencillo como parece, Dandy. La cordura y la esperanza son conceptos complejos, y los hongos, aunque poseen asombrosas propiedades, también albergan misterios y desafíos que debemos entender con cautela”.
La respuesta resonó en la sala, tejiendo un velo de misterio sobre la conversación. El público, expectante, se sumió en un silencio reflexivo, consciente de que la trama de la plática acababa de tomar un giro inesperado.
En los recuerdos añejos de mis años de estudio en epidemiología, los hongos eran considerados aliados, criaturas aparentemente inofensivas y, en algunos casos, incluso beneficiosas para la salud mental. Sin embargo, hoy, ante un auditorio ansioso, compartía una revelación que haría tambalear la percepción que todos tenían de estos simpáticos habitantes del reino fungi.
“En la actualidad, los hongos no son solo los pacíficos amigos que creíamos conocer”. “Estudios recientes revelan que nuestras huellas en la naturaleza han desencadenado mutaciones inesperadas en cepas como el aspergillus, cordyceps, cornezuelo, entre otros”.
Un murmullo de sorpresa y desconcierto se extiende entre los presentes. Me sumergí en la explicación de cómo la imprudente intervención humana en el medio ambiente estaba provocando una metamorfosis en los hongos, llevándolos a adaptarse de maneras insospecchadas.
“Contrario a los virus que nos atacan, estos hongos no nos enferman, sino que alteran nuestra percepción con moléculas de psilocibina o LSD”, continuó, manteniendo la atención cautiva. “Pero lo que resulta verdaderamente inquietante es que algunos hongos han desarrollado una asombrosa capacidad: infectar insectos y, mediante una invasión sigilosa, viajar por su sistema circulatorio hasta llegar al cerebro”.
Un escalofrío recorrió la sala al mencionar los nombres de los hongos que, en este nuevo contexto, se revelaban como entidades intrigantes y, a la vez, peligrosas. “Imaginen este escenario: los hongos controlan la mente del insecto, convirtiéndolo en su títere. Le dictan sus movimientos, lo utilizan como un peón en su juego macabro. Pero eso no es todo, necesitan alimentarse, y lo hacen desde adentro, reemplazando la carne del insecto con la suya propia, prolongando su deceso”.
El silencio en la sala era imponente. Las mentes de los presentes se sumían en una mezcla de fascinación y horror ante la idea de ser potencialmente blanco de estos pequeños amigos que, en su afán de adaptarse al mundo alterado por el hombre, podrían convertirse en amenazas invisibles. La atmósfera se cargaba de suspenso, y en el rostro de la audiencia se reflejaba la urgencia de replantear nuestras relaciones con estos misteriosos seres del reino fungi.
El auditorio municipal vibraba con la intensidad de las palabras del Dr. Cortillo, dejando a todos los presentes en un silencio expectante. El respetado científico había dejado una marca indeleble en las mentes de la audiencia, pero justo cuando la solemnidad amenazaba con prolongarse, Dandy Kahlo, el maestro de la sorpresa, decidió cambiar el tono del evento.
Con un gesto teatral, Dandy alzó la mano y, con una sonrisa traviesa, rompió el silencio: “¡Amigos y amigas, la noche es joven y está llena de sorpresas! ¿Qué les parece si seguimos con la tradición y damos paso a la increíble música local? ¡Les presento a Las Almas Perdidas de San Pedro!”
En un instante, la atmósfera solemne se transformó en una sinfonía de ritmos vibrantes y acordes electrizantes. El auditorio, que minutos antes estaba sumido en el silencio reverente, se convirtió en un escenario de pura euforia. Las Almas Perdidas de San Pedro inundaron el lugar con su música, arrancando sonrisas y desatando la alegría entre la multitud.
Al concluir el espectáculo musical, cuando los vítores aún resonaban en el aire, Lubeto Manzanos tomó el micrófono, canalizando la energía contagiosa del momento. “¡Gracias a todos por ser parte de esta experiencia única!”, exclamó. “Pero esto no ha terminado. Los invitamos a todos a estar presentes al amanecer en La Cruz Verde. Ahí daremos inicio al recorrido del hongo, una jornada llena de descubrimientos y conexión con la naturaleza”.
La oscuridad aún se aferraba al amanecer cuando el despertador de Dandy Kahlo rompió el silencio de la madrugada. De un brinco, se levantó, lleno de energía, y se dirigió al baño para comenzar su ritual matutino. Una ducha revitalizante, un café humeante acompañado de pan, y la dulce bendición de su amada esposa prepararon el escenario para el día que se avecinaba.
Con el amanecer pintando de tonos cálidos el horizonte, Dandy emprendió su viaje hacia La Cruz Verde, el punto de encuentro para el ansiado recorrido del hongo. Al llegar, se encontró con un pequeño grupo de 150 personas, pero la multitud seguía creciendo con cada minuto que pasaba. Para las 6:00 am, más de 500 individuos se congregaban, todos ansiosos por la experiencia que les aguardaba.
El espectáculo del nuevo amanecer era asombroso, un preludio perfecto para la jornada que se avecinaba. La expectación flotaba en el aire cuando los organizadores tomaron el escenario. El murmullo de la multitud se calmó mientras se extendía una oración a Pachamama, invocando su bendición para la colecta que estaba por comenzar.
Al finalizar la ceremonia, la multitud fue dividida en grupos, cada uno liderado por guías experimentados. Dandy Kahlo tomó las riendas del primer grupo, el cual estaba repleto de entusiastas aventureros listos para explorar los misterios del campo el 3. Con una sonrisa contagiosa y un gesto enérgico, lideró a la comitiva hacia lo desconocido, marcando el inicio de un día lleno de descubrimientos, naturaleza y, por supuesto, la magia de los hongos que esperaban ser revelados en esta inolvidable travesía.
La emoción se palpaba en el aire mientras el grupo de entusiastas recolectores se adentraba en el bosque con folletos y aplicaciones en mano, listos para descubrir los secretos que la naturaleza tenía guardados. Este prometía ser un año especial, con lluvias abundantes que habían pintado el bosque con una paleta de hongos de todos los colores y formas imaginables.
Los participantes llevaban consigo cámaras, ansiosos por capturar en imágenes la riqueza de su colección. Dandy Kahlo, al frente de la caminata, se maravillaba con cada nuevo hallazgo. Pero, de repente, sus ojos se toparon con algo extraordinario: una Trompa de Cochi (Hypomices Lactiflourum) de proporciones colosales. Era el más grande que había visto en toda su experiencia como recolector, un tesoro fungoso que pesaba alrededor de 1 kg.
La sorpresa iluminó el rostro de Dandy, y su canasta se llenó con la sola presencia de este majestuoso ejemplar. Ya se imaginaba en casa, preparando un delicioso guiso y unas quesadillas, compartiendo la exquisita recompensa de la jornada con su familia.
La caminata continuó, el bosque ofreciendo sus maravillas de forma inagotable. El grupo se sumergió en la sinfonía de colores y texturas, cada participante encontrando tesoros únicos que añadir a su colección. La camaradería se fortaleció con cada descubrimiento compartido y la diversidad de hongos recolectados.
Al entrar a su casa, con la alegría aún pintada en su rostro, Dandy notó una nota dejada por su esposa en la mesa. La curiosidad lo invadió mientras leía que ella había tenido que salir y regresaría más tarde. Sin perder tiempo, con la emoción palpable en cada paso, Dandy se dispuso a preparar su festín, un banquete digno de su descubrimiento.
El enorme hongo, ahora frente a él, fue lavado cuidadosamente y dividido a la mitad. Dandy, con destreza culinaria, lo picó finamente, mezclándolo con chile, tomate, cebolla y un toque perfecto de sal, condimentos y queso rallado. Mientras la mezcla cocinaba, el aroma embriagador inundaba la cocina, y Dandy no pudo resistirse a calentar una tortilla para acompañar su creación.
El primer taco, bañado en salsa roja, encontró su camino hacia la boca de Dandy, y las papilas gustativas celebraron un festín de sabores. Cada bocado era una explosión de delicia, y la combinación perfecta de ingredientes generaba un éxtasis culinario en su paladar.
Sin embargo, lo que Dandy no sabía era que dentro de ese hongo se ocultaba algo más que un simple manjar. Mientras el guiso hacía su camino por su sistema digestivo, un componente, sutil y casi imperceptible, comenzó a alterar las cadenas de ADN en el interior de su cuerpo. Una metamorfosis silenciosa estaba en marcha.
De repente, una voracidad incontrolable se apoderó de Dandy. Terminó el guiso y, sin detenerse, se lanzó sobre la otra mitad cruda del hongo, devorándola con avidez. Pero con cada mordisco, una sensación extraña se apoderaba de él. La fuerza en su cuerpo comenzó a desvanecerse, y en un instante, Dandy se desplomó en el suelo en un súbito desmayo, mientras el hongo revelaba su secreto oscuro y misterioso.
Al despertar, Dandy se encontró ligeramente desorientado. Aunque estaba en el mismo lugar del gigante Trompa de Cochi, algo era diferente. La atmósfera no se asemejaba a la mañana del recorrido del hongo.