El aroma del café recién hecho se mezclaba con el murmullo constante de los comensales en aquel reconocido restaurante de Ciudad Madera. Anuel y Yandel, dos ancianos que habían compartido esta tradición durante décadas, se encontraron en su mesa de costumbre, inmersos en una amena charla. Las tazas de café humeante se alzaban en sus manos arrugadas mientras compartían anécdotas y chistes, como lo habían hecho cada día desde que ambos tenían memoria.
Anuel dejó escapar una sonrisa cuando su mirada se posó en el periódico que flotaba sobre su taza de café, justo al lado de Yandel; era la alarma programada en su sistema de realidad aumentada. Sus ojos se deslizaron hasta la fecha en la parte superior, y con un sutil movimiento de su dedo, cerró todas las aplicaciones con un gesto rápido en el aire. Un minuto de silencio se extendió entre ellos, roto solo por la voz de Yandel que le preguntaba con un tono inquisitivo:
“¿Ya estás listo, Anuel? No podemos llegar tarde.”
Anuel parpadeó, como si volviera en sí, y arrojó una mirada de temor hacia la salida del restaurante. Allí, un holograma en alto relieve proyectaba en el aire el siguiente mensaje en letras luminiscentes: “Hoy, 50 Aniversario de la Batalla Contra Niebla” y “Vivan los Héroes de Madera”. Aunque la conversación continuaba, su mente estaba llena de pensamientos inquietantes. Algo no encajaba en aquel día, pero no podía faltar a aquel evento tan importante.
Finalmente, ambos hombres solicitaron la cuenta y la saldaron con un gesto digital. Se levantaron de sus asientos y, con una última mirada hacia La Plaza de la Victoria, antes Plaza Benito Juárez, donde se erguía la majestuosa estatua de oro creada por la humanidad en honor a los héroes que, medio siglo atrás, habían salvado al mundo de su holocausto en esta misma Ciudad. Tras abandonar el restaurante, se dirigieron hacia sus elegantes elidrones, y se elevaron en dirección a La Cruz Verde.
El cielo de Ciudad Madera estaba despejado, y la luna arrojaba una luz brillante sobre la ciudad. Pero, a pesar de la belleza de la noche, Anuel sintió que la sombra de la inquietud los acompañaría en su camino hacia lo desconocido. Mientras su elidrón se elevaba sobre los edificios, una niebla inusual comenzó a envolver la ciudad, avanzando rápidamente desde el horizonte. La visión se volvió borrosa, y los edificios se desvanecieron en la bruma. La confusión se apoderó de ellos mientras volaban hacia La Cruz Verde, y una sensación de miedo se apoderó de Anuel, quien no podía evitar pensar que algo siniestro se escondía detrás de esa repentina niebla que había engullido la ciudad.
De repente, las alarmas se estallaron en una cacofonía de sonidos estridentes. Luces rojas parpadeaban frenéticamente en todas direcciones, y una voz en el centro de control repetía con urgencia: “¡Tomar control manual, sin comunicación! ¡Tomar control manual, sin comunicación!” El pánico se apoderó de ellos mientras luchaban por agarrar los controles de los elidrones. Sus manos temblaban, y el sudor resbalaba por sus frentes.
El viento aullaba a su alrededor mientras intentaban estabilizar sus elidrones, pero antes de que pudieran reaccionar por completo, un impacto violento sacudió las máquinas. Un choque tan devastador que los dejaron sin aliento y los lanzaron contra sus arneses de seguridad. En un parpadeo, la oscuridad los envolvió, y la conciencia se desvaneció, llevándolos al abismo de la inconsciencia.
Dandy Kahlo, el apasionado artista local de Ciudad Madera, reside junto a su familia a escasas cuadras del estadio de béisbol. Sus tardes se teñían de animadas conversaciones con amigos y seres queridos, donde exponían sus incesantes planes para transformar su ciudad. Siempre había una avalancha de ideas para concretar y las reuniones solían extenderse hasta que la luz del día se salía de nuevo. Pero con Dandy, el tiempo volaba, porque su carisma y buen humor iluminaban cualquier lugar en el que se encontrara.
Aquella noche de octubre, después de una de sus innumerables reuniones sociales, Dandy se encontró compartiendo una cena con Clara, su esposa. El ambiente se cargaba de un halo de complicidad, cuando de repente, un estruendo ensordecedor sacudió el estudio de Dandy. Ambos se precipitaron fuera de su hogar con cautela, sin imaginar lo que estaban a punto de presenciar.
Un escalofrío recorrió sus espinas cuando vieron la inexplicable cápsula blanquecina que chocó en el estudio de Dandy. La primera idea que cruzó sus mentes fue la de un ovni, una presencia inhumana descendiendo de los cielos. Sin pensarlo dos veces, se precipitaron hacia su hogar, con la urgencia de dar aviso a la policía. Pero justo en el umbral de lo incomprensible, la ciudad cayó en un profundo silencio, como si el mundo entero se hubiera detenido en ese instante.
Entonces, un sonido que jamás olvidarían emergió de la cápsula. Una voz robótica, gélida como el hielo, resonó en la quietud de la noche: “Peligro, nivel de oxígeno bajo, abriendo arnés de seguridad”. Clara y Dandy se miraron con rostros confusos y aterrados. Los pulsos de sus corazones acelerados eran el único sonido que quebraba la tensión en el aire.
La voz robótica, con su tono inquietante, resonó en lo más profundo de sus emociones, despertando su curiosidad mientras intentaban superar el miedo. En un acto que podría describirse como valentía o tal vez como imprudencia, se acercaron a la cápsula, que ya estaba abierta, sumida en la penumbra. Cuando se aproximaron, descubrieron a una persona de avanzada edad inconsciente. Decidieron prestarle asistencia, verificando sus signos vitales y se dieron cuenta de que solo se encontraba desmayado. Con cuidado, lo llevaron a la sala de su casa y lo recostaron en el sillón, donde finalmente recobró la conciencia.
Mientras aquel hombre luchaba por recobrar la conciencia, Clara y Dandy intentaron desesperadamente llamar a una ambulancia, pero se encontraron con un inquietante silencio digital: no había señal, ni rastro de internet. La normalidad se desmoronaba rápidamente, y la sensación de aislamiento se cernía sobre ellos como una pesadilla en desarrollo. Sin más opciones, se dirigieron al hombre para indagar sobre su identidad y lo que había ocurrido.
Con voz temblorosa, el hombre recién recuperado logró articular: “Mi nombre es Yandel Fernández González, presidente de la Asociación del Triunfo de la Batalla Contra Niebla”. Sus palabras hicieron eco en la estancia, llenándola de un significado inexplicable y escalofriante. Dandy, entre risas irónicas, no pudo evitar preguntar, aunque su voz temblaba de manera inusual, “¿La Batalla Contra Niebla? ¿En serio?”
Yandel, con la mirada perdida, comenzó a escrutar su entorno con creciente ansiedad. Una ola de pánico lo invadió, y finalmente preguntó con un susurro tembloroso: “¿En qué fecha estamos?”. La respuesta de Clara, casi como una sentencia, fue aún más escalofriante: “Son las 4:50 am del 31 de octubre del 2023”.
La atmósfera se volvió más densa, y el terror empezó a nublar sus mentes. De pronto se escuchó un grito aterrador, provenía del radio de onda corta de Dandy, un equipo que recibió al integrarse a la unidad de protección del medio ambiente, después se escuchó la voz de Campeón Costa, otro miembro de la unidad, quien dio con voz quebrada y entre sollozos el siguiente mensaje:
¡Presten atención, todos aquellos que puedan escucharme! La niebla se cierne sobre nosotros, acechándonos, y las sombras toman vida propia, hambrientas de nuestro sufrimiento. Si la niebla te atrapa, te arrastrará hacia un abismo de tortura insondable, donde tu cordura se desvanecerá y tu cuerpo se deformará en las pesadillas más espeluznantes. Con mis propios ojos, vi cómo mi vecino, al tocar la niebla, perdió la luz de sus ojos, y su carne comenzó a derretirse como la cera de una vela, mientras emitía gritos desgarradores que perforaban el alma.
Nuestra única esperanza es escondernos de la niebla. No permitan que invada sus hogares. Cubrir puertas y ventanas con trapos empapados, sellar cualquier rendija, porque solo así estarán a salvo. La oscuridad se cierne sobre nosotros, y la única defensa que tenemos es el frágil resguardo de nuestras moradas. Pero debes saber que, incluso en lo más profundo de la noche, el mal sigue al acecho, esperando a que un descuido lo libere para perseguirnos y devorarnos en su abismo sin fin.