Las raíces de un tranquilo pueblo como Madera se hunden profundamente en el tiempo, nutridas por eventos trascendentales que han moldeado su historia. Desde el nacimiento de la Sierra Madre Land Lumber Company en 1906 hasta la inauguración de la línea de ferrocarril en mayo de 1907, pasando por la fundación del municipio en 1911 y la valiente resistencia durante la guerrilla del 65, Madera ha sido testigo y protagonista de una serie de momentos cruciales. Sin embargo, hoy nos sumergiremos en uno de los episodios más intrigantes y trágicos de su historia: el asalto al tren de Cumbres en 1914.
Hace más de un siglo, en los albores del siglo pasado, cuando las majestuosas vías del ferrocarril trazaban su camino desde los confines del norte de América, hasta el corazón de la imponente Sierra Madre Occidental, Ciudad Madera se encontraba en el epicentro de un proyecto de proporciones colosales. Este ambicioso proyecto no solo trajo consigo un cambio en la geografía, sino que también desencadenó una profunda transformación económica y comercial en la región, marcando así un hito trascendental en su historia.
Las vías del ferrocarril que se extendían desde Ciudad Madera hacia el norte formaban una red de vital importancia a principios del siglo pasado. Este elaborado sistema de transporte conectaba no solo a Madera, sino también a numerosos lugares estratégicos a lo largo de su recorrido. Desde las ricas minas de Corralitos, donde la riqueza de la tierra se extraía con esmero, hasta la pintoresca colonia mormona de Dublán, que aportaba su propia singularidad cultural a la ruta.
No podemos olvidar mencionar la majestuosa Hacienda de San Diego, propiedad del influyente Luis Terrazas, que constituía un importante punto de referencia en el camino. Además, en esa travesía, encontrábamos la estación Pearson, que destacaba como un oasis de transporte para la madera de la más alta calidad, propiedad del visionario Frederick Stark Pearson. A lo largo de este extenso recorrido, el ferrocarril tejía un enlace vital entre Madera y lugares tan lejanos como Nueva York, llevando consigo no solo productos, sino también historias y sueños que cruzaban continentes y unían destinos.
La demanda insaciable de madera aserrada en los Estados Unidos había convertido a Ciudad Madera en un punto clave en la producción y exportación de este recurso preciado. Con el fin de facilitar el transporte de esta valiosa mercancía, se inauguró una línea ferroviaria que conectaba nada menos que Nueva York con esta remota región. Lo que resulta aún más intrigante es que, a pesar del furioso torbellino de la Revolución Mexicana que barría el país, a los ojos de los estadounidenses, esto parecía ser solo un mero detalle en el telón de fondo. La región continuaba atrayendo a un flujo constante de personas, en su mayoría hombres de negocios con intereses en los ricos yacimientos minerales, la próspera ganadería y la codiciada madera de estos territorios.
Sin embargo, en el turbulento año de 1914, durante los acontecimientos revolucionarios que sacudían México, surgió un suceso que hizo que hasta los más intrépidos empresarios se detuvieran a reflexionar. El general revolucionario Máximo Castillo y sus seguidores adoptaron una táctica audaz para financiar los costos de su ejército: comenzaron a asaltar los trenes y exigir un rescate a cambio de liberarlos.
En aquellos tumultuosos tiempos, la violencia se desató en medio de una terrible crisis que había sido desencadenada por la quiebra de las empresas del Sr. Green. El objetivo principal de Castillo y su grupo era ejercer una presión implacable sobre los propietarios del ferrocarril, quienes estaban luchando por sobrevivir a la crisis financiera. Los revolucionarios buscaban obtener una suma considerable que les permitiera mantener en marcha su movimiento revolucionario. Para lograrlo, impusieron un impuesto por cada cabeza de ganado exportado, lo que les proporcionaba recursos adicionales en tiempos de incertidumbre económica. Además, llevaron a cabo audaces actos de pillaje, despojando a los pasajeros, en su mayoría extranjeros, de sus pertenencias más preciadas.
En un giro trágico y sombrío de los acontecimientos, los inversionistas del ferrocarril optaron por subestimar las amenazas y descartar las demandas de Castillo y sus seguidores, lo que solo sirvió para avivar el fuego del conflicto y aumentar la tensión hasta límites insoportables. En respuesta a este rechazo intransigente, Castillo dio la orden macabra de colocar dinamita en un vagón cuidadosamente preparado y desencadenó una explosión aterradora dentro de un oscuro túnel, provocando el horroroso choque de dos trenes. Afortunadamente, dos pasajeros que habían descendido del tren momentos antes de la explosión escapar de la devastación inminente.
Sin embargo, el resultado fue un desastre de proporciones inimaginables. La colisión de los dos trenes en el túnel generó una explosión catastrófica que redujo a cenizas los cuerpos de las víctimas, dejando una marca siniestra e imborrable en la historia de la Revolución Mexicana, una huella oscura que recordaría para siempre el trágico precio de la resistencia. y la lucha por la justicia en aquellos tiempos tumultuosos.
Después del ataque, la historia de Máximo Castillo y su leal lugarteniente, Manuel Gutiérrez, dio un giro dramático. Durante doce días, se mantuvieron prófugos, sorteando obstáculos y desafíos en su desesperada huida hasta que, finalmente, lograron cruzar la frontera hacia Estados Unidos por Palomas. Sin embargo, su destino daría un giro más. Las autoridades estadounidenses los capturaron y los llevaron a Fort Bliss, donde se convirtieron en los principales señalados por la tragedia del 4 de febrero de 1914 en el túnel de Cumbres, que dejó un saldo de cincuenta y cinco personas calcinadas, incluyendo a cerca de veinte estadounidenses que perecieron en la colisión.
La historia de Madera y el trágico asalto al tren de Cumbres en 1914 son un recordatorio vívido de la capacidad del espíritu humano para enfrentar desafíos aparentemente insuperables. En medio de la violencia y la adversidad, la comunidad de Madera resistió y se reconstruyó. Esta historia nos enseña que, a pesar de los momentos oscuros y las pruebas inimaginables, la resiliencia y la determinación pueden prevalecer. Hoy, las generaciones actuales pueden mirar atrás en esta historia y encontrar inspiración en la fuerza de aquellos que vinieron antes, recordando que, incluso en los momentos más difíciles, hay una luz de esperanza que nos guía hacia un futuro mejor.
Madera, como tantos lugares en el mundo, ha demostrado que el progreso y la superación de las adversidades son posibles cuando las personas se unen en la búsqueda de un objetivo común. En un mundo que a menudo enfrenta desafíos y crisis, esta historia nos recuerda que la resiliencia, la solidaridad y la lucha por la justicia son valores perdurables que pueden inspirarnos a construir un futuro más brillante para las generaciones venideras. Así como las raíces de Madera se hunden profundamente en el tiempo, también se elevan como un símbolo de la fuerza y la esperanza que todos podemos encontrar en nuestro propio pasado y en nuestra capacidad para enfrentar el futuro con determinación y coraje.