Esta mañana como cualquier otra, desperté y realicé mis tareas matutinas habituales. Mientras regresaba a casa, capté la salida del sol en el horizonte, un espectáculo que siempre me llenaba de asombro. Pero esta vez, algo en el aire era diferente. El cálido abrazo del verano parecía ceder ante una suave brisa fresca que acariciaba mi piel. Miré a mi alrededor y noté que los árboles comenzaban a vestirse con colores más cálidos, como si anunciaran un cambio en la misma naturaleza.
El otoño se avecinaba, una estación que trae consigo una sensación de cambio y transformación. Descubrí que este sábado 23 de septiembre marcaría su llegada, justo en el momento en que el día y la noche bailarán en equilibrio. El equinoccio, un instante fugaz en el que el mundo parecerá estar en perfecta armonía.
El otoño, ese período de transición entre el ardiente verano y el frío invierno, lleva un mensaje consigo. Su nombre, derivado del latín “autumnus”, evoca la llegada de la plenitud del año. Y aunque las temperaturas comienzan a descender, no hay lugar para la melancolía. Más bien, es un recordatorio de que cada estación tiene su belleza y propósito.
El espectáculo de los bosques vestidos con tonos amarillos, anaranjados y marrones pintará un cuadro de serenidad en la naturaleza. Las hojas, como pequeños recuerdos del verano, se desprenden con gracia, creando un camino crujiente bajo nuestros pies. La agricultura y los campos encuentran en el otoño una oportunidad para renovarse, para prepararse para el invierno y para florecer nuevamente en primavera.
Esta estación también puede ser vista como un espejo de la vida humana. Así como las hojas caen, nosotros también avanzamos hacia nuevas etapas. El otoño puede ser el camino hacia la vejez, pero también es una oportunidad para despojarnos de lo negativo y enfrentar el frío con valentía, sabiendo que la primavera siempre seguirá.
Es un llamado espiritual, una invitación a abrazar el cambio con esperanza y determinación. Así como los días se acortarán y las noches crecerán, también puede ser un tiempo para la reflexión y el renacimiento personal. Cada hoja que cae es una oportunidad para dejar atrás lo que ya no necesitamos y prepararnos para crecer una vez más.
A medida que el otoño se extiende a lo largo de 89 días y 21 horas (este año), recordemos que cada día es un regalo. Justo en el corazón de este próximo mes, el 23 de septiembre, se nos recuerda la valentía y el sacrificio de aquel grupo de almas que buscaban un cambio. En Ciudad Madera, enclavada en la sierra tarahumara, la misma naturaleza parece unirse a este espíritu de resistencia y cambio.
Ciudad Madera, con su clima de contrastes y sus bosques de coníferas, nos enseña que la vida puede florecer en los lugares más inesperados. Los inviernos fríos y nevosos dan paso a una primavera llena de promesas. Las nevadas que cubren la ciudad y las zonas rurales más elevadas son como mantos de esperanza que preparan el terreno para un renacimiento inevitable.
Así que, mientras el otoño se despliega ante nosotros, recordemos que este cambio estacional es más que un evento natural. Es un recordatorio de que en cada caída hay una oportunidad para renacer, y en cada cambio de estación hay una promesa de que la vida siempre encontrará su camino.